jueves, 11 de octubre de 2012

Inauguración del Año de la Fe




Comenzó el Año de la Fe. El Santo Padre lo ha inaugurado solemnemente con una Celebración en la Plaza de San Pedro.

El Papa ha dicho que hay una "desertificación" espiritual, es decir el hombre de hoy está sumergido en un desierto espiritual. Y el objetivo de este año es, llevar a Cristo a ese desierto.

"En el desierto se necesitan sobre todo personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra prometida y de esta forma mantengan viva la esperanza" dijo el Papa.

Aquí se manifiesta entonces el doble compromiso del creyente: 


  • Primeramente tener y aumentar nuestra fe, en el Dios revelado en la persona de Jesucristo
  • Dar testimonio de Fe, siendo sal y luz del mundo.
Se necesitan personas que hayan vivido la Fe, que den testimonio de esa Fe con su vida y con sus Palabras. Que la transmitan y la proclamen "a toda criatura".

Por todas partes, se ve la necesidad que tienen las personas de escuchar hablar de Dios, tienen sed de Dios, aunque no lo sepan, tienen necesidad de encontrar el sentido a la vida. Buscan y no hallan, por eso se habla de desierto.

Eso aumenta, en gran medida, la responsabilidad de los creyentes,
estamos llamados a ser los que guíen a los hombres de este mundo desolado.

En cualquier sitio donde se nos presente la oportunidad, en la casa, el trabajo, la escuela, hay la posibilidad de "recordar a las personas" que no están solas, que hay un Dios que los ama, que tienen un Salvador en la persona de Jesucristo que los redime del pecado y que tienen un santificador que es el Espíritu Santo. 

Hay que evangelizar, a tiempo y a destiempo.

Hay tanta necesidad de Dios, hay tanto dolor por no tener esperanza, hay tanto pecado, desengaño y odio en el mundo, por no creer en Dios; que no podemos quedarnos cruzados de brazos.


Debemos ver, reconocer y hablar de las maravillas que Dios hace en nosotros. Convencernos de que si lo ha hecho en nosotros, lo puede hacer en cualquier persona; pues, en definitiva, todos somos sus hijos amados, y  debemos gritar a los cuatro vientos que hay una Tierra prometida:  la amistad con Cristo.

¡Señor aumenta nuestra Fe y la de nuestros hermanos también! ¡Condúcenos, para que podamos conducir a nuestros hermanos hasta ti!

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