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Muchos quieren entender lo
que no se puede comprender.
Quieren ver para creer,
quieren entender misterios de fe, sin creer en ellos.
Las palabras de Jesús les
suenan duras. Y corren el riesgo de desesperar.
Una de las palabras más duras
de Jesús, es cuando dice que nos dará de comer su carne y beber su sangre; que
su sangre es verdadera bebida y su carne verdadera comida.
No entendieron los judíos de
entonces, no entendieron muchos durante siglos, no entienden ahora.
Hay cosas que nos cuesta comprender ; pero que, si abrimos nuestro corazón, a la luz de la fe,
entrarán con una facilidad increíble en nuestro interior.
Ciertamente, su sangre es
bebida y su carne alimento; en el pan o el vino consagrados está Cristo completo.
Es un milagro de un Dios
Todopoderoso, es un milagro de un Dios que quiere nuestra vida y nuestra
salvación.
Es en definitiva un milagro de Amor.
Cristo se dona a sí mismo, totalmente, en un
Sacramento que es, a la vez, memorial y alimento.
Como es un milagro de amor,
sólo se entiende desde el Amor.
Él se dona, nosotros lo
recibimos. En una entrega mutua que sólo se puede dar por amor.
En un amor intenso que sólo
lo entiende quien lo recibe y quien lo da.
Agradezcamos a Jesús tanto amor,
entrega, humildad y además, ese quedarse con nosotros hasta el fin del mundo.
Está allí, en el Santísimo
Sacramento del Altar, esperándote, para que ores, agradezcas, le supliques, para que pidas por
otros; en fin, para que te conviertas cada vez más a él.
Te espera en cada Eucaristía,
para que junto a la comunidad cristiana, recuerdes su Pasión y Muerte y te
alimentes de su Palabra y de su cuerpo y sangre, para alcanzar la vida eterna.
Recuerda, sólo Dios
satisface.
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